Seguro que a estas alturas cada uno tiene su particular definición de Internet de las Cosas (IoT), pero hay que destacar una de sus características: se trata de digitalizar la realidad, el mundo físico, tomando los datos oportunos y poniéndolos a disposición de cualquiera para que sea posible generar sobre ellos aplicaciones o inteligencia de negocio. Así se pueden digitalizar, a la vez, procesos de negocio y crear nuevas experiencias y funcionalidades, en lo que denominamos transformación digital.
Si tuviéramos que elegir una única cualidad que transmitir de un elemento del mundo físico, tendría que ser su localización, ya que es lo primero que interesa. De poco nos sirve saber que tenemos una plaza de aparcamiento libre en nuestra ciudad si no sabemos dónde se encuentra.
Aunque no hace tantos años era complicado tener en un único dispositivo un módulo de conectividad móvil y un GPS, tenemos asumida la localización en exteriores como algo ya normal. Hoy el GPS del smartphone es nuestro “sensor personal de localización” para multitud de servicios de todo tipo. Sin embargo, esta localización que consigue un nivel de detalle suficiente al aire libre, no basta ni es adecuada para interiores. Esto es un obstáculo para uno de los sectores más entusiastas de la transformación digital y que podría aprovecharse en gran medida de la misma: el retail.
La localización en interiores es clave para poder establecer inteligencia digital en las tiendas físicas. De la misma forma que los datos de navegación del usuario en una tienda on line son de gran valor y se analizan para tomar decisiones sobre aspectos como la ordenación de productos, el precio, etc., los comercios físicos también quieren contar con esa “navegación física” que les dé idea de lo que hacen los clientes en su local y lo que está funcionando y lo que no.
En los últimos meses se está acelerando la búsqueda de soluciones para convertir la localización en interiores en una commodity más del ecosistema digital. Una de las soluciones que lleva más tiempo con nosotros son los beacons o balizas que se instalan en diversos puntos de la tienda para que nuestro smartphone sepa en qué zona del local nos encontramos. Estos dispositivos emplean bluetooth de baja energía (BLE) para reducir las necesidades de batería y facilitar su despliegue masivo. Una app en el smartphone (específica para la tienda) recibe información del beacon y, con ella, es capaz de situarnos en un mapa del local (o subir esa información a un servidor). Llegados aquí se aprecian ya tres de las limitaciones actuales de la localización en interiores:
- No hay mapas previos. No se trata únicamente de posicionar en un mapa la información provista por los sensores, sino que cada negocio tiene que crear su propia “cartografía”.
- Hay que asociar los beacons a una posición permanente dentro de esa cartografía, o no podremos asociar la información digital generada con su correspondencia física. Si se mueve el beacon sin recodificar su posición dentro de la “cartografía” se estará generando información incorrecta.
- La exactitud debe ser mucho mayor que en el caso del GPS. Una aproximación de 10 metros puede ser la diferencia entre estar en los congelados o en la sección de refrescos dentro de un supermercado…
Estos aspectos dan idea de las dificultades de despliegue que presentan los proyectos de este tipo. Y también se podría plantear la solución al revés: ¿Y si fuera el beacon el que se moviera con nosotros y se estableciera una red de receptores en la tienda? Existen soluciones que responden a esta pregunta ya en el mercado, tales como un beacon en el carrito, que va informando a los receptores (situados en el techo para evitar obstáculos) en qué pasillos del supermercado entramos y dónde nos detenemos.
Se están investigando otras tecnologías para crear el mobile engagement (que es la expresión inglesa para describir el momento en que el cliente usa su móvil para comunicarse con el local y realizar alguna consulta o acción). Entre las más originales están los Beacodes, que son como el equivalente de los códigos QR, pero sonoros, si bien usan frecuencias inaudibles. El lector (perdón, escuchador…) de beacodes de nuestro móvil será capaz de descifrar la información y generar la acción correspondiente: abrir el navegador, mandar un SMS, etc. Estos beacodes se pueden considerar unas balizas acústicas, a medio camino entre los beacons y los QRCodes (bea-codes).
Y el último de los avances que considero relevante para el despegue de la localización de interiores se refiere a la batería, y va mucho más allá del retail 3.0 porque afecta a todo el ecosistema de IoT. Hoy en día contamos ya con soluciones de RFID “pasivo”, es decir, que no necesitan alimentación ni baterías pero son capaces de enviar información cuando son alimentadas externamente vía radio. Por ejemplo, las etiquetas activas para evitar el hurto de las prendas que generan sonidos al ser alimentadas por el arco de salida de la tienda. En este mismo sentido, se están dando los primeros pasos para lo que se ha denominado Wifi pasivo, que permitiría hacer funcionar el WiFi con 10.000 veces menos de energía que la requerida actualmente. Esto abarataría enormemente los dispositivos y las redes de sensores, lo que facilitaría la localización en interiores al poder implantar una red de beacons más densa.
Esperemos que esta localización de interiores redunde en una mejor experiencia de compra de los clientes, que simplifique sus rutas por la tienda y haga más eficiente el proceso de compra.